Marianella Ciompi es una Psicóloga que está pendiente de varias investigaciones que se desarrollan alrededor del mundo, especialmente en diversas Facultades norteamericanas. En base a esos estudios, prepara charlas para padres y docentes que tienen evidencia científica, al estar basadas en resultados alcanzados luego de años de trabajo.
En 2016 finalizaron diversas investigaciones que se publicaron a lo largo del 2017 y 2018. A partir de ahí, Ciompi tomó esos resultados para expandirlos en sus charlas. “Lo que pasa en Psicología y en Educación es que hay mucha cosa opinable, y es verdad, no hay una única forma, pero hay cosas que ya están descubiertas. Entonces cuando salen estudios que avalan lo que una viene diciendo, está bueno que la gente sepa que detrás de las argumentaciones hay un soporte de investigación”, dice Marianella.
En esta entrevista, nos proponemos difundir cuatro grandes conclusiones que ella promueve.
Conclusión 1: Demasiado y demasiado pronto, no está ayudando a nuestros hijos al crecimiento.
Hoy en día los papás están muy preocupados en darles materialmente cosas a los hijos, todos estamos muy enganchados y presionados por consumir. Y en esa persecución, muchas veces sacamos tiempo de compartir con ellos para trabajar más y ganar mejor.
Por otro lado, el demasiado pronto cada vez lo escucho más. Esta cosa de que “mi hijo ya lee, el mío ya sabe, etc.”, demuestra que pensamos que cuanto antes, mejor. Y aunque parezca paradójico, tampoco ayuda al crecimiento académico de los niños.
Siento que el sentido de oportunidad lo hemos perdido un poco. Creo que no estamos sabiendo pensar qué necesita mi hijo en determinado momento. Y presionados porque los demás chicos hacen esto o lo otro, empezamos a exigirle unos estándares iguales. Y no hay nada más distinto que los niños. El “demasiado” agrega estrés en una etapa de la vida que ya de por sí tiene grandes momentos de ansiedad.
Para este punto, recomiendo el libro de la Dra. Meg Meeker, una Pediatra americana que tiene varios libros muy buenos en educación, principalmente “Los diez hábitos de las madre felices”. Allí habla de esta tendencia que tenemos las mamás de compararnos entre nosotras.
Conclusión 2: El juego al aire libre para niños y adultos es la clave.
Las familias que pasan tiempo al aire libre son más felices, más saludables y más unidas. Jugar al aire libre no es un tema de preferencia, sino que tiene un impacto directo. La naturaleza tiene otras reglas, libertades y límites, por eso nos genera salud. Lo podemos comprobar cuando hacemos un picnic, uno vuelve de allí más unido con los demás a como se fue. Además, los niños que juegan afuera con otros niños ganan en habilidades de empatía. Jugar al aire libre implica una serie de riesgos que no los tenemos adentro de casa, donde hay un ambiente más controlado. Y aquí viene el tema de la sobreprotección actual, porque jugar al aire libre implica que uno los deje subir a un árbol y se revienten la rodilla, por ejemplo. Que los niños vivan la experiencia del dolor y que al otro día se animen a subirse al árbol nuevamente, es muy positivo. Los chicos aprenden lecciones valiosas de las lastimaduras. Hay que dejarlos correr riesgos, lo que va muy en contra a lo que estamos haciendo hoy en día, protegiendo demasiado a nuestros hijos por miedos propios.
Conclusión 3: Las habilidades emocionales son tan importantes como las académicas.
En este punto, los papás tenemos que liderar con el ejemplo. En el 2016 salió un libro que fue el más vendido de todos, de la experta en educación y paternidad Dra. Michele Borba, que hablaba de cómo enseñarles empatía a los hijos. Fue bastante reaccionario porque por ese entonces se venían publicando una serie de libros que se preguntaban cómo hacer para que los hijos ingresen a la mejor universidad. Y en medio de todas esas publicaciones salió este que sugería enseñarle empatía a tu hijo y él va a entrar donde quiera entrar. El valor de la educación emocional es impresionante, pero no dedicamos tiempo a enseñarla. La empatía no solo previene la violencia, ¡abre muchas puertas! Uno cuando llega a una reunión, ¿con quién se quiere sentar? ¡Con el empático! Las personas empáticas se comprometen más con la realidad que las rodea.
En este punto, recomiendo un libro que es un clásico pero que no pasa de moda, que es el del Psicólogo infantil Lawrence Shapiro. Él dedica un capítulo entero a promover la empatía. Este libro, que debe tener 15 años fácil, lo tengo en mi mesa de luz. Lo sigo leyendo hasta el día de hoy con hijos grandes. Enseña muy bien a que los hijos se involucren en la vida. Este autor ya se veía venir que esta iba a ser una generación de chicos muy encerrados, ensimismados.
Para lograr hijos empáticos hay que mostrarles el mundo desde chiquititos. Y su mundo al principio es pequeño, pero se puede promover esta forma de vivir siempre. Dar una mano en casa llevando el plato a la mesa, convidando una galletita a mamá, llamando al amiguito que está enfermo y está faltando a clases, son algunos ejemplos de que todos podemos hacer algo por los demás. No hay que dejar pasar oportunidades en este sentido; estas cosas chiquitas que las vivimos a diario son posibilidades de promover la empatía. Una de nuestras principales tareas es que no crezcan en la indiferencia.
Conclusión 4: La simplificación puede ser la clave para una nueva parentalidad.
Los niños crecen mejor en un ambiente de simplicidad, sin demasiadas cosas ni tantas actividades. Podemos generar muchas instancias para que los chicos aprendan a bajar el ritmo. Ahí está la clave para una vida plena. Este movimiento slow que empieza en la comida y que después se generaliza a otras áreas, es muy importante por estos días.
Pero para lograr esto en los niños tenemos que parar un poco nosotros. ¿Cómo podemos disfrutar más de la paternidad/maternidad? Estando presentes, no hay otra manera, ¡pero cómo nos cuesta eso! Estamos siempre pensado en el futuro o en el pasado. Esta cosa de bajar el ritmo y ESTAR, ayudaría a disfrutar más de educar. Además nuestros hijos merecen nuestro tiempo. Sin dudas les bajaría el estrés, porque parte de ese estrés no es de ellos, es de nosotros los papás.
Por Federica Cash