Rob Parsons, presidente de The Care for the family dice que : “Estamos tan ocupados para dar a nuestros hijos lo que no tenemos, que no nos queda tiempo para darles lo que sí tenemos” …
Cuál es nuestra prioridad? Tras de qué cosas corremos? En qué se nos va el tiempo?
Se trata de estar más y mejor…más tiempo y de mejor calidad. Estar estar, no estar con el celular en la mano, o estar pero estar pensando en el informe que dejé incompleto en la oficina. Cómo cuesta lograr esto! Pero a la vida de familia y la relación con los hijos hay que alimentarla estando porque si no corre peligro. Con atención plena, con el cuerpo y el alma en el momento presente…en el juego de muñecas, en la “peluquería” improvisada que armó uno de los hijos, en la “hora de las brujas” que consiste en bañar niños, darles de comer y aprontarlos para dormir…
Y además lo que se construye en la vida de familia son habilidades y relaciones a largo plazo, que se construyen con lentitud, perseverancia y a veces en contra de lo que tenemos ganas. Por eso cuesta, porque los resultados no se ven a corto plazo como sucede en el ámbito laboral. Los “resultados” de las relaciones con los hijos toman hasta 20 años en empezar a mostrarse, y para esto se necesita otro aspecto que nos cuesta mucho: Paciencia.
El Eclesiastés dice que “Hay un tiempo para todo: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y de arrancar lo plantado…” Este es tiempo de sembrar y la siembra requiere de paciencia. Si queremos educar de verdad, con raíces, con profundidad, entonces necesitaremos atención plena para nuestros hijos, priorizar bien, posponer quizás alguna cosa que nos encantaría hacer pero que nos distraen del presente y de la ocasión de “llenar” esa mochila emocional de los hijos de recuerdos significativos que dejarán huella en su vida.

El tiempo que tenemos es hoy, es este, es el único que sabemos que tenemos con realismo y lo único que tenemos es a nosotros mismos. Pensemos en esta semana: de lo que somos, qué necesita cada uno que le demos?